Estrujábase la sesera con desasosiego. Confiaba su talento a los dedos sudorosos y a las palabras aprendidas durante los cortejos a las
mozas más que a su corazón. No se sabe qué Genio podría darle tamaña bendición
en las letras escritas. Todo por no quedar su orgullo mal herido ante su amigo
Sebastián.
Decíase así mismo lo ardua que le estaba resultando tan
exquisita tarea. Maldecíase de pura rabia y preguntábase como había caído en
tan escabroso menester, “Si esta lengua
aventurera que llega antes que yo a los lances retóricos se hubiera quedado
dormida en su cueva, otro gallo me cantase”
La misiva resultábale harto difícil, entre otras
cosas porque el mancebo jamás había estado enamorado de moza alguna. Con un
poco de vino en las venas trabajábase la honra de alguna chiquilla desventurada
que no sabía leer. Con lo cual nunca hubo de esforzarse en trasladar al papel
tan lindas ofrendas. Presumía después en la taberna de su portentosa lengua.
Sebastián que andaba ya harto de su conferencias tentole con una apuesta. Esta
consistía en que escribiera una carta de amor a su amada Dña. Catalina de
Fuenfría, pues su desdén y frialdad no estaba tan sólo en el apellido. Si a
través de las letras conseguía calentar el agua de Catalina, el amado hidalgo
holgazán otorgaríale en pago un corcel blanco con todos sus arneses y
gualdrapa.
Sebastián conocía la vanidad de Fernando así como su
verbosidad desbarrada, que se aceleraba delante de las mozas como un tonel de vino cuesta abajo.
Pero el auxiliador del lance amoroso no
tuvo auxilio de las Musas. Al verse el infeliz que por su pluma no corría mancha
alguna llenose de ira. La taberna donde hacíanse las apuestas resultábale harto
odiosa. Levantose de la silla y pidiole al tabernero que le guardara el papel,
la pluma y la tinta.
Malhumorado y enardecido presentose en casa de Sebastián.
Veíase ya sin corcel y sin honra de literato. Golpeó con furia la puerta de su
amigo e indignado gritole apenas éste abríala:
-¡Vive Dios Sebastián! ¿Qué demonio os ha tentado para embaucarme en tan enredada tarea?
-No os ofusquéis buen amigo. Vos siempre presumís de lo bien
que lo hacéis todo. Cansado me hallaba de tanta vanidad y erudición de vuestra
lengua. Así que presto, decidime poneros a prueba sabiendo que hace tiempo que deseáis mi corcel. Que mejor manera de probar vuestra
sagacidad con las letras escritas. Compruebo pues, por vuestro enfado
que la lengua tenéisla más cerca de vuestro inestimable talento y bastante
lejana del corazón.
Sentose Fernando ya
abatido por su propia estulticia en el poyete de la entrada. Sebastián riose un
rato hasta que golpeándole en el hombro
invitole a compartir unos vinos en la taberna. Postrado su orgullo pero
no mal perdedor, Fernando aceptó de buena gana.
Un ocurrente y divertido relato con moraleja, Yolanda. Realmente parece sacado de otra época, ¡muy buena la ambientación! :))
ResponderEliminarUn beso.
Me alegra que te guste, Julia. Me gusta emular esta época tan rica en el lenguaje este texto sólo es un intento de aproximación.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Un beso