Hay días que tengo la sensación de estar viviendo dentro de un cuento de Cortázar, Casa tomada, en una versión diferente.
En el cuento, no se sabe quién se apodera de la casa pero en la realidad de hoy sí. Mientras vivimos nuestras vidas anodinas, como la del narrador y su hermana Irene, el Gobierno de la Comunidad va “tomando la ciudad”. Primero por municipios, luego las poblaciones del extrarradio. Al pronto, casi no nos molestan estas medidas pues podemos seguir con nuestras monotonías, miedos y amenazas de los discursos políticos que se amparan en la salud y el bienestar del ciudadano. Irene y su hermano, se fueron a otro lado de la casa. Lo que había tras la puerta no era muy necesario, podrían vivir sin ello.
El “polvo” que circula por nuestra ciudad, no es como el del cuento. Este “polvo” es una amenaza pues se introduce en los lugares cerrados, se respira, es transportado en el cuerpo de las personas y se propaga tras un estornudo, una tos, un canto, un beso, un abrazo. Seguimos impávidos, impotentes, leyendo periódicos, tejiendo, cocinando, trabajando. En el momento de mayor tensión, el Estado se come a la Comunidad y dictamina que hay que restringir la movilidad para no transportar el “polvo” que puede llegar a matar. Antes se diseminaba en la vida nocturna, los jóvenes dispersaban el “polvo”. Luego los restaurantes, luego en los parques. Parece que no les quedó más remedio que abrir los colegios, con el riesgo de que los niños lleven el “polvo” en sus zapatos y contagien a sus familiares. Ahora el peligro está en las casas si se juntan muchos familiares. Todos llevamos el “polvo” que merma nuestras ilusiones pegado en el cuerpo. También lo llevamos en el transporte público pero las autoridades garantizan que casi no se producen contagios en este medio. Unas veces el “polvo” que está dotado de una inteligencia superior, infecta y mata. Otras en cambio ni lo notan.
En esta tesitura se pasan los días y la Comunidad recurre al TSJM y gana por veinticuatro horas al Estado. El Estado muy molesto recoge la pelota y declarando el Estado de alarma le marca un golazo a la Comunidad y la confina de nuevo. La casa ha sido tomada totalmente.
Irene y su hermano se marcharon de la vivienda y tiraron la llave en la alcantarilla para que nadie entrara estando la casa como estaba.
Nosotros en nuestras rutinarias y amenazadas vidas nos quedamos dentro y de alguna forma nos vemos empujados a abrir otras ventanas preparadas para la ocasión. Por esas ventanas no entra el “polvo” ni el aire limpio, pero sí unos lodos que matan la razón.
IOLANTHUS
Foto: Iolanthus. Catedral de Plasencia
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