Un hombre
caminaba seguro
por el
sendero de la sed.
Unos
pequeños pasos le llevaron hacia ella,
Medusa,
perdida en
si
desenredando
su melena
traslúcida,
repleta de
elucubraciones
filosóficas,
metafísicas,
sobre el
amor y otras formas químicas.
El ansia de
beber del caminante
le atrajo
inexplicablemente hacia ella,
Medusa,
Medusa,
sedosa de
nubes y esporas.
Bastó una
risa para que se amaran.
El mundo
perdió significado.
Sus círculos
se entrelazaron
en un solo
centro
y sus
murmullos fueron la luz
de las
lenguas muertas.
Ese idioma fugaz del fuego
que quema
las entrañas y el pretérito sin continuidad.
Tentáculos
abrasados en su boca,
ella gimió
futuros imperfectos.
El prometió
en el Ahora
lo que
olvidó tras su despliegue lineal.
Ya en la
cuerda floja todo se desplomaría:
El beso seco de la mano
la febril cadencia de las notas
más altas
el mísero espacio que
dejaron a sus espaldas.
He sabido
que él sigue
caminando por las auroras del Norte
porque no
dejan marca de tentáculos en la sed.
Y ella…
escribió en
su filosofía traslúcida
la
conjugación del verbo ser.©Io_lanthus
Un poema bellamente labrado¡
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias,Suni.
EliminarUn abrazo
Precioso, Yolanda :)
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Gracias, Julia.
EliminarUn abrazo!