Has estado en su dulzura, arañándote con su amargura y ya sabes que nada cambia.
Que el pasado sigue siendo presente, que mutan las formas pero no los contenidos.
Sabes de cabalgaduras aunque...ya no hay caballeros.
Sabes de horas duras...aún llenas de anhelos.
Comenzaste siendo peón de ajedrez y hoy eres el rey indiscutible para corazones desamparados.
En un tiempo por llegar, te convertirán en un dios.
Tu conocimiento es fruto de querer ayudar, hacer el bien. pero el bien no camina solitario,
siempre lo acompaña su oponente. Inherentes, inconscientes, inapelables, bienes y males.
Porque no nacemos solos, nos estallan las cadenas en el alma.
No, no podemos hacer nada para evitar desangrarnos.
Existe una verdadera libertad, difícil de alcanzar sin que su onda expansiva no dañe a otros.
Sí, sabes, sabes demasiado y a veces tanta verdad duele tanto...
Pero a través de tus ojos y al sentido de tu tacto se le desprende amor de enamorado.
Néctar de pasión, de lo que eres, de agua para sed, de calma para inquietud.
Guardián de secretos de mortales infelices, poeta de versos no escritos y en el corazón escuchados.
Enderezador de caminos que se tuercen por desconocimiento, por falta de credo interior.
Sí, sientes...siente profundamente, tanto que los valles quedan anegados con tu llanto
erosionando tu tierra de soberano.
Hasta los reyes necesitan lacayos, para soledades no buscadas y descargar sus secretos.
Los profundos arcanos piden ser compartidos como si tuvieran vida propia.
Al pronunciarse salen impelidos hacia otra alma, Diotima sabia.
No son un simple sueño que se evapora en las venas, su energía fluye haciéndose realidad.
Este pozo de sabiduría se llena y se ilumina hasta cegar a los aprendices de vivencias.
Confesiones gritando en un interior cansado. Escenas en tres actos que quieren seguir existiendo
antes de caer en el olvido.
Y por estos acentos de amor,
tú comprendes bien la vida
porque has compartido su dulzura, te has clavado espinas de rosas amargas
y sabes...que pocas cosas cambian.
IOLANTHUS
Lancelot du Lac, Northeastern France, perhaps in Saint-Quentin or Laon, between 1310 and 1315
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