Se repite una imagen en el fondo de la psique:
Una tortuga nada en un balde de zinc.
Asoma la cabeza sobre el agua, respira, siente el sol en la piel. Agita sus pequeñas patas y sus uñas arañan el balde. Cree que ya casi está a salvo, que va a salir, que encontrará fuera algo de reposo, algo de luz.
Pero después de agitar las patas un buen rato, cae en la cuenta de que sus uñas no agarran el borde, una y otra vez resbalan. Por más que lo intenta nunca llega a salir del balde.
Cansada, la tortuga, se deja caer al agua. Hunde su cabeza, su caparazón, sus entrañas.
Estar sumergida no es desagradable, pero no se conforma. Dentro del agua se amortigua el sonido, no hay armonía, sólo el frio devenir de los días.
Con el tiempo, la tortuga, vuelve a reunir fuerzas. Asoma la cabeza fuera del agua. Instintivamente busca la luz porque no recuerda que está en un balde. Su naturaleza buscadora se impone, la empuja. Y una vez más vuelve a intentarlo.
IOLANTHUS
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