miércoles, 24 de octubre de 2018

LAS VIDAS DE LA HOJA



Ver cómo la hoja cae a la tierra húmeda de otoño es la imagen ancestral y perpetua que vive en la mente del que observa.
En su descenso, silenciosa, solo tocada por el roce del aire, la hoja semiseca, en su liviandad aún persevera y resiste unos segundos.
Unos segundos que son una eternidad, pues este gesto de la naturaleza lleva siglos produciédose.
Lo que antes estuvo fresco y lozano tiene que aceptar su destino.
Todo es vanidad bajo el Sol.
Antes de tocar el suelo han pasado por el mundo eones de sueños, algunos consumados y otros no.
No ha llegado aún a ser humus cuando un transeúnte de mediana edad la recoge y en el calor de esa mano que la toca queda todavía esperanza.
La persona la mira, acaricia con suavidad  las desdibujadas líneas de la hoja y recuerda momentos dulces en los que besaba el cuerpo desnudo de su amante.
Una lagrima cae posándose incierta en el borde de la hoja y lo que nunca esperaría en su último recorrido es que alguien la besara( gesto infinito de unos labios que atesoran sueños vividos).
No lo sabemos, nadie llegó a ver qué fue de la hoja.
Unos dicen que se la guardó en un bolsillo, otros que la arrugó en sus manos y la tiró al suelo.

Dejemos vagar los pensamientos:
Coger la hoja o dejar que siga su senda de reciclaje natural. Llevarla al hogar y hacer un bonito adorno con ella.
Guardarla como  amuleto o como alimento para el corazón.


                             YOLANDA