domingo, 4 de octubre de 2020

LA DISYUNTIVA DE ESTHER

 Al grano: 

- Es difícil escoger en la vida ¿no crees Ariel? -Le preguntaba la bruja, Úrsula, a la Sirenita.

La Sirenita escogió y puso toda su pasión en ello y como ya se sabe la cosa acabó bien. Es un cuento.

La disyuntiva de Esther es otro tema. De pequeña la llamaban "Dudi", porque dudaba siempre que tenía que escoger una cosa y excluir otra. Generalmente no se equivocaba, pero hasta que llegaba la hora de tomar una decisión, las dudas, los miedos y los más rocambolescos pensamientos se apoderaban de ella. El miedo la paralizaba pero también la protegía.

Ya cuando tuvo edad para independizarse pensó que lo mejor sería vivir en un pueblo. Se equivocó, pues ella era urbanita. Tardó lo suyo en volver a la ciudad. Cuando visitaba un museo, no quería perder ningún dato y de tanta técnica que veía se perdía el arte. Todo le parecía dulzor cuando llegaba la fruta de verano y tardaba una eternidad en saber cuál se iba a comer. Ante la duda, todo a la boca. Si estaba en la montaña, la cual adoraba, también necesitaba el mar.

Un día visitó a una echadora de cartas de Tarot y lo que le dijo es que tenía un problema de enamoramiento.

-Mal de amores, querida.

-¡Cómo!

-Sí, eso es.

A continuación nombró a un tal Plotino y su escrito sobre la belleza y el amor. Recibió una soberana charla sobre el tema, que aquí no voy a reproducir entera. 

Resumiendo:

-Tienes que concentrar tu atención en el momento presente. En la dispersión no hay disfrute, hay un hedonismo, un querer gozar de todo como si la vida se acabase pronto. Es así como no se disfruta de nada. Si la ciudad te agobia, recuerda que es donde has querido estar. Si visitas un pueblo disfruta de las horas que pases en él, pues en breve volverás a la ciudad. No quieras llevarte todas las frutas a la boca y formar una mala macedonia porque mezclarás todos sus sabores en el paladar y ninguna dejará huella. Si vas a un Museo de arte, desgrana el contenido de pocos cuadros, ya volverás otro día a contemplar lo que te falte. Si te enamora la montaña, siente su fuerza en ti y lo que te ofrece. El mar queda lejos de aquí y aunque te enamore y quieras estar también allí, piensa que todo tiene su momento y a veces, por doloroso que sea, hay que sacrificar un bien querido a cambio de un poco de serenidad psíquica.

Pero Esther recordaba a la Sirenita, el cuento de su infancia, y de toda aquella charla apenas vislumbró una sola verdad. 

Ayer, me preguntó por teléfono qué debía hacer, si seguir los consejos de la vidente, o pasar de ella. Ambas opciones la preocupaban y dudaba. 


IOLANTHUS