sábado, 31 de octubre de 2020

NOCHE DE DIFUNTOS

                                             



IN PARADISUM

 

La queremos alejar de nosotros, pero ella siempre está y estará ahí, esperándonos mientras haya vida. No nombrarla no significa que no exista. Ignorarla puede ser un alivio durante un tiempo. A tiempo, su tiempo, un tiempo que no  existe, que no se cuenta.

Al otro lado hay un lugar de dimensiones abstractas, unos dicen que hay luz cuando han regresado de un coma, otros en cambio han quedado atemorizados tras su vuelta.

Yo un día soñé que estaba muerta, o sigo muerta y no he despertado. Ya sé que es un poco ripioso esto que digo, pero lo soñé. Lo cierto es que no tuve miedo. Era un lugar totalmente oscuro. Veía  mi cuerpo tendido en una especie de mesa de acero, como la mesa donde se hacen las autopsias. Estaba con los brazos sobre el pecho, el cabello largo me cubría el rostro. Era yo, quieta y gris. Anduve unos instantes por la oscuridad, y pude constatar que no había nada. No oía nada, tan solo  me acompañaba un pesado sentimiento de tristeza. Quise acabar con aquello, con la secreta necesidad de morir.

Callé las falsas esperanzas, mudé los deseos incautos, perfilé los contornos de aquella oscuridad que llevaba conmigo. Supe que no podría jamás desprenderme de los recuerdos dolorosos y entonces los amé porque ellos eran parte de mí. Decidí, de una forma un tanto borrosa que no seguiría mintiéndome creando una imagen equivocada del amor. Fui cayendo en la cuenta de que sólo era un cuerpo habitado por un alma que me dictaba estas palabras, que no son mías. Bajé al pozo de la desesperación pidiendo clemencia y allí no encontré nada, sólo dolor e insatisfacción. Cuando tocaba fondo, ese fondo oscuro donde el tiempo no contaba, donde las dimensiones se escapaban a la percepción, quise volver a mi cuerpo.

Volví de aquella supuesta muerte algo más ligera. No vi luces, sólo el sol de la mañana que me recordaba que estaba viva y que había muchas cosas por hacer, por experimentar. Lo cierto es que no me pesa nada el cuerpo, mis pensamientos son como un bálsamo de felicidad.

Ya no miro por la ventana pues el cielo es inmenso y de vez en cuando escucho un coro de ángeles que me recuerda In Paradisum de Gabriel Fauré.



                                            https://www.youtube.com/watch?v=6-i1ESIRKdA