Al llegar a la meta entregabas las credenciales que atestiguaban, mediante sellos en el papel, todas las etapas por las que habías pasado. El Camino fue el microcosmos por el que deambulabas en la vida. Tan parecido, que así fuese la vida misma. Con repechos que te dejaban agotada, pero que tras la subida (como un grandísimo problema en el día a día) disfrutabas más del descanso( como el problema que se soluciona). Líneas rectas bajo el sol del mediodía que simulaban una neurosis obsesiva y que acababan en un paisaje que recordaba el Paraíso. Lo que tenías delante lo tenías dentro. Hay una gran diferencia entre el Camino de Santiago y la vida día tras día (que es otro camino hacia la muerte) y es que mientras vivimos apenas somos conscientes del presente mientras que en el peregrinaje a Santiago te hiciste más consciente de todo: Dolores de gemelos, sed, ganas de orinar y no encontrar donde hacerlo, bajadas de tensión por las horas de esfuerzo, hambre, un lugar donde dormir, asearte y lavar la ropa llena de polvo del camino. Observar el entorno, los olores, el silencio y los ruidos. Hasta que tu mente se detuvo por unos instantes y fuiste feliz. Descansaste y dormiste como un leño ya sin preocupaciones. A veces rodeados de personas y otras veces solos.
Recuerdas un precioso bosque de helechos y coníferas y un mojón que marcaba los kilómetros que quedaban hasta Santiago, donde todo el que pasaba dejaba una piedra. Cogiste una hoja grande del suelo y en letras pequeñas pusiste tu nombre, el suyo y la fecha. Cogiste la hoja verde porque sabías que se descompondría en el suelo como vosotros algún día. Así se manifiesta la transitoriedad de la vida, del Camino, del tiempo que transcurre. Aquello fue un tiempo presente que traes a tu mente en este presente que se hará pasado.
Al llegar a la plaza del Obradoiro la Gaita sonaba. Un muchacho joven la tocaba con maestría. Después una especie de diploma donde dejaron escrito un nombre nuevo, Iolanthem.
Con el tiempo te gustó más Iolanthus. Has intentado encontrar el significado de este nombre pero no me fías nada de lo que cuentan en internet.
Empezaste por Io:
Io, princesa, sacerdotisa o ninfa según la mitología griega. Para escapar de los celos de Hera, la esposa de Zeus, éste la transformó en una vaca blanca.
En italiano es -yo-
En griego procede de iôn* -errante-
-lanthus: no hay resultados. Aunque jurarías que habías leído algo sobre libélula. Se está sesgando la información en las redes. Menos mal que tienes tus libros, seres con alas y vida propia.
-Anthus: es una familia de aves pequeñas.
Así que podría traducirse como -yo, pájaro errante-
Te gusta.
IOLANTHUS