domingo, 15 de julio de 2018

LAS BUENAS INTENCIONES


        Conozco un columpio que se encuentra en el fondo del bosque. Cuando estoy triste me subo a él. Me balanceo hacia adelante cogiendo impulso fuerte hasta llegar bien alto. Arriba hay demasiadas ramas que ocultan el sol y en el suelo mis pies rozan el barro. Últimamente he visto varias veces un cuervo negro. Al principio lo miraba como si fuera parte del paisaje. Pero me llevé una gran sorpresa cuando en vez de graznar como haría cualquier cuervo, éste empezó a hablar. Sus mensajes han pasado de ser encriptados a sonar con un lenguaje mucho mas claro. Quiere que salga de este bosque oscuro donde me he camuflado. Pero le he dicho que desde que el lobo fue tan cruel conmigo no soy capaz de relacionarme con el resto de los mortales. Ese personaje tan desagradable que soltaba dulzura por su boca al final sacó bien sus colmillos. Y de qué manera! Su lengua encarnada era todo odio. Y yo que sólo queria su amistad...
Alguien puede pensar que el cuervo tiene razón y debo salir pero...permitidme que ya no crea en las buenas intenciones.
Así que me sigo columpiando en la oscuridad del bosque donde, de vez en cuando, un rayo de sol se refleja en el agua del lago y entonces sonrío.
Los reflejos tienen otro color y si te acercas al borde y tocas con los dedos la imagen reflejada se distorsiona, como las buenas intenciones.

Hace mucho que no me llaman Caperucita Roja. Ahora mi capa es de color marrón como la tierra y así deseo que siga siendo. El cuervo sabe muy bien de lo que hablo y agradezco su compañía. 




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