sábado, 24 de octubre de 2020

POLIFEMO ENAMORADO

 


Hacía tiempo que Amaltea* no paseaba por el jardín de los cíclopes, el que está rodeado de mar, excepto por un pequeño istmo, que en ciertas épocas del año se inunda y no se puede transitar. Pisaba con cuidado entre distintas imágenes en flor, con temor a ser descubierta. Encontró entre la maleza un papiro que olía a jazmín y que contenía  un poema de amor escrito en la Koiné. Enseguida despertó en ella una añoranza. Se conmovió hasta las entrañas porque, por primera vez, el amante no se ocultaba tras unas metáforas confusas, difíciles de entender. No pudo, en toda la tarde, por más que lo intentó dejar de pensar en aquellas dulces palabras desnudas, que a su vez desnudaban su alma de náyade. El vello se le erizaba mientras veía con cierta curiosidad como los moluscos pegados a la roca de la playa soltaban una espuma blanca y burbujeante que resbalaba por el saliente de la roca. Algo se había transfigurado en el jardín de los cíclopes. Ella, que no quería volver al lugar para no provocar furias que no se apagasen, para no regar con lágrimas de locura  un oasis imposible, de nuevo había traspasado la frontera y se había dejado acariciar la piel por el viento y le provocaba pensamientos prohibidos que sólo se pronuncian en secreto.

No supo si fue Polifemo quién dejó allí ese papiro. No sabía si volvería de nuevo a colarse en el jardín a través del istmo. Las cosas cambian, las semillas germinan y crecen, lo inefable también.

 El cíclope se pasaba las horas observando desde su atalaya a los que se colaban en el jardín. Cuidaba de sus cabras en paz, hasta que la vio a ella. Tiempo después, tierno y amable, como ninguna mitología haya descrito, a algunos les regalaba corazones y a otras besos. Apenas se enfadaba y no ponía veneno en su voz.

Polifemo, el de las muchas palabras, espera el regreso de los paseantes y el de la náyade. En el s.XXI han cambiado mucho las cosas. Amaltea no sabe cuándo volverá al jardín de imágenes floridas. Dejó, no obstante,  un ósculo de despedida en el aire.

Más vale que Polifemo no tenga esperanza de ver a Amaltea, pues todavía tendrá que seguir amamantando a Zeus en Creta. Ya sabemos cómo son los dioses, para ellos no existe el tiempo.

 

*Amaltea, es en la mitología griega la nodriza de Zeus. A veces se la representa como la cabra que amamantó al dios en una cueva de Creta. Otras veces se la representa como una náyade, hija de Hemonio, que crio al niño con la leche de una cabra en el monte Ida.


IOLANTHUS



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